El Bardo o el Cisne de Avon es reconocido internacionalmente como el sobrenombre elogioso de William Shakespeare. El Manco de Lepanto es reconocido universalmente como Miguel de Cervantes, autor del Quijote. El Fénix de los Ingenios nos remite de inmediato al reconocimiento de Lope de Vega. Un cierto Gabriel Téllez alcanzó fama y gloria con el sobrenombre de Tirso de Molina. El Doctor Angélico era el sobrenombre de Santo Tomás de Aquino, autor de la Summa Theologica, mientras que el Doctor Sutil distinguía a su contemporáneo, el también teólogo llamado Duns Escoto. El maestro Guillermo de Occam, colega de ambos, era conocido como el Doctor Invencible.
El emperador germánico medieval, Federico II, era conocido como Stupor Mundi, por su audacia al desafiar con éxito al papado y el Rey Sol era el sobrenombre de Luis XIV. Giovanni di Pietro di Bernardone pasó a la historia como San Francisco de Asis, El Pobrecito de Asis. El nombre Francisco no existía antes de que él lo ostentara. Un joven griego llamado Aristócles se convirtió en el famoso filósofo Platón, así llamado por sus anchos hombros.
Bismark fue conocido como el Canciller de Hierro y Margaret Thatcher como la Dama del mismo metal. Cayo Julio César Augusto Germánico se convirtió simplemente en el terrible Calígula. Y un cierto Temujin se convirtió en el Señor de la Tierra ,Gengis Khan. Hay mucho en un nombre bien escogido que contribuye a formar al ser humano.
Mario Méndez
05/junio/2013
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