El día de hoy, el Mediterráneo está unido con el Mar Rojo por el Canal de Suez, logro magnífico del ingeniero Fernando de Lesseps; sin embargo, en la Antigüedad era posible navegar del Mediterráneo al Mar Rojo usando una parte navegable del Nilo y un canal artificial en verdad asombroso. El canal de los faraones fue una vía de transporte que los egipcios utilizaron para unir ambos mares. Desde la Antigüedad tuvieron dos líneas marítimas: una hacia Biblos y otra al país de Punt, y ambas podían unirse: los barcos llegados del Mediterráneo subían por el brazo de Tanis del Nilo hasta la ciudad de Bubastis y se desviaban hacia el oeste por el río Tumilat, que era navegable por naves de poco calado en épocas de grandes crecidas, hasta la ciudad de Pi-Atum. Desde allí, un canal permitía alcanzar los Lagos Amargos desde donde la vía seguía dirección sur hasta alcanzar el golfo de Suez.
Las primeras referencias a un canal entre el Nilo y el mar Rojo están datadas al final del Imperio Antiguo, y de ellas se desprende que en un principio no era navegable, ya que se desmontaban los barcos traídos de Biblos para llevarlos a los Lagos Amargos y volver a montarlos allí. Desde esos lagos al mar la ruta seguía el curso natural del agua. En el Imperio Medio la parte sur de esta ruta estaba bloqueada y se usaba el río Hammamat, hasta que durante la dinastía XII se restauró el canal de Tumilat, que se usó como vía comercial durante los reinados de Hatshepsut y de Tutmosis III.
Las fortificaciones del llamado Camino de Horus, entre los lagos y el Delta, protegían el canal desde tiempos de Senusert, y las ciudades, Pi-Ramsés y Pi-Atum tenían la misma finalidad. A pesar de su valor estratégico y económico, el canal fue abandonado en muchas ocasiones, quedando sepultado bajo la arena después de los ramésidas hasta la llegada de los persas. Ahora sólo quedan vestigios muy escasos de esta primera gran obra hidráulica
Mario Méndez Acosta
11/septiembre/2013
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