Los telescopios ya no son como antes. Hoy, algunos de ellos, ya no utilizan lentes, otros, ya no pretenden un lugar en lo alto para tener la mejor vista del cielo. No. Están enterrados a más de mil metros de la superficie. En efecto, me refiero al telescopio de neutrinos llamado IceCub (Aiskiúb). En realidad, se trata de un detector subterráneo de neutrinos.
Lo hicieron realidad en el año de 2010 las aportaciones de 38 instituciones de 10 países, coordinados por Francis Halzen (Jálzen).
¿Cómo es y cómo funciona?
La organización IceCub eligió un lugar en el Polo Sur de 1km2 para perforar 86 pozos equidistandes de más de 2 km de profundidad. El propósito fue colocar 5160 fotoamplificadores en un espacio de un km3. Es como si creáramos un cubo de hielo de 1 km por lado y luego lo enterráramos en un enorme agujero cuadrado de 2 km de profundidad.
A esas honduras, son pocas las partículas que llegan desde el espacio. Es caso diferente el de los neutrinos, para los cuales nuestro planeta es transparente; son tan pequeños que atraviesan la Tierra con mucha facilidad.
Ahí es cuando entran en juego los dispositivos que registran su paso. Cuando los neutrinos cruzan los receptores generan un trazo luminoso; acto seguido, el fotoamplificador lo digitaliza y envía esa información a la superficie, donde los científicos registran el hallazgo que les permite conocer el comportamiento de las estrellas.
Hasta el día de hoy, se han detectado neutrinos procedentes del Sol y de algunas supernovas. La actividad estelar es su origen.
Víctor Quiroga
15/mayo/2013
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